Manuel Restaurante en Barranquilla, Colombia

Un viaje de turismo gastronómico acaba en Barranquilla. Esta ciudad que seduce al Atlántico colombiano con los sinuosos movimientos del río Magdalena que le delinea su este y con surcos termina su curso cuando se tira libre al mar.

Pocos días que aprovecho a puro sabor e historias locales y unas ganas insaciables de baile que no sabía que tenía dentro de mí. El carnaval de Barranquilla, esa cultura que se respira a cada bocanada, es una forma de vida, es un diario, son fechas específicas en el año pero parece que el resto de días en el calendario se dedican a organizar el próximo.

De la fábrica de La Hechicera al Narcobollo. De embotellar ron a cocinar arepas. Aquí un dilema: ¿Arepa con yema dura o blanda? La tradición parece inclinarse por la primera pero yo concuerdo con mi amigo Jorge Chanis, blanda por siempre!

Mane le dicen a Manuel. Nos conocimos en México y no tenía idea de quién era. Su discreción, el bajo volumen de su voz y su disimulada articulación tampoco me dejaron profundizar, al inicio. Después de varios días, muchas horas en barcos por el Pacífico de Ensenada, mesas, aviones, carros, platillos y vinos compartidos entendí que es un cocinero comprometido con los productos y productores locales de Barranquilla. Entendí la importancia que le da al equipo de personas con las que trabaja. Ese tema siempre me conecta porque sigo creyendo que ahí radica el éxito de cualquier proyecto. Ya sólo me falta conocer Manuel Restaurante.

Un pequeño bus con aire AC nos llevaría a destino. Como pasa en todas estas ciudades de calores asignados geográficamente de por vida, el contraste siempre es abrupto. Del bus a la entrada de Manuel Restaurante. Un corredor verde inundado por los misteriosos cantares de insectos nocturnos. Ese misterio quedará sin resolver y nos habrá dado un buen momento de goce y buenas carcajadas.

Entro a Manuel Restaurante, una cápsula que me hace olvidar el calor costeño y me lo vuelve a recordar con su propuesta gastronómica. Vaya juego mental, un menú degustación que baila entre la presentación creativa de un chef y el uso de productos regionales. Es una mezcla entre la experiencia de un niño caribeño y las inspiraciones del adulto en sus viajes por el mundo.

Llegan los platillos y los brebajes.

10 tiempos. Diversidad de presentaciones. Muchos productos nuevos (para mi). Caras distintas hacen ese recorrido. Disfruté esas carimañolas de entrada. El atún con su caldo aromático y yuca me dio esa sensación de un clásico que era su contrario y te alegra. Y para una mujer poco postrera, me vuelvo a comer esa paleta de chocolate.

Me han quedado las ganas de volver sola, tal vez acompañada. Estas experiencias toca vivirlas en otros contextos, lo merecen y yo también.

Esas ciudades que vibran con ritmo sinuoso son contagiosas. El calor se olvida al sudar con propósito. Y vaya que yo encontré el mío.

Cerramos el viaje con un carnaval porque así funciona Barranquilla. Así demuestra quien es. Así se desnuda. Así muestra sus sabores. Así se baila. Así se suda. El Carnaval Latam en Barranquilla organizado por Manuel restaurante y El Chato restaurante.

Frente a la caída del sol sobre el océano y la luna llena haciendo frente, que ya es un espectáculo por sí solo, había una escena de mesas decoradas, de presentaciones artísticas, de bailes, de creaciones compartidas en manos cocineras del continente latinoamericano.

Tortillas de cerdo sanpedreño: Sergio Díaz y Sebastián Marín.

Se atraviesan imágenes de colores y sonrisas.

Taquito de mondongo y langosta: Alfredo Villanueva y Fulvio Miranda.

Mole de cuco, hongos y langostinos: Jonatan Gómez Luna, Manuel Mendoza y Jaime Torregrosa.

Muqueca cantinera: Tomás Bermúdez y Fabricio Lemos.

Birria de cordero: Álvaro Clavijo y Paco Ruano.

Y el toque que te manda azúcar pa’ bailar, la dona Marieta: Lisiane Arouca y Edwin Marín.

A este bello festín se le atravesaron unos cuantos vasos de agua con gas, ventiladores, whisky en las rocas compartidos con un buen compañero de vaso y relevos. Lo mejor fue sin duda vivir la euforia del baile en medio de un sauna y querer que nunca acabe.

Vero Socarrás logra alargar la noche, la madrugada tal vez. Nos lleva a La troja Salsa para dar ese último baile al ritmo de un viejo vinilo de salsa. Belleza.

Barranquilla, recíbeme de nuevo, te lo pido!!!